- Una faltá como ésta no me la pegas tú en la calle, quiá.
- Ahi va pues, míalo. ¿Qué t'he dicho, si se púe saber?
- M'has dicho remulgón, jodía.
- Hala, maño, mira que llegas a ser borrico y adoquín. T'he dicho remugón, so melón.
- Yastá bien, ¿o qué?
- Mira que eres chemecón, fongonizo.
- ¡Có! Eso lo has hecho a mala hostia, carnuza.
- Copón, mira que estás dengue. Será que aún estás medio modorro. Pobrecito, que has estao pachuchico.
- Pero deja ya de meterte conmigo. Que mira que tú no estás arguellada ni esmirriada ni nada, y yo no t'he dicho ná.
- Baldragas. Qué más te gustaría a ti, rabasón. Además, eres un pudenco.
- Chitón, que te va a oír todo el pueblo.
- Como si no lo supieran ya.
- Chitón.
- Vale, so caparra.
- Cudadín, que, claro, luego te vas de pingo por ahí, coges una y te pones alpacera. Pero chitón, sobretó a la Pascuala, que ya sabes qu'és una capacera y luego s'entera tol pueblo.
- Caguetas, ¿qué más te dará? Mira que eres petoste.
- Zurrupia.
- ¡Oi! Mira que te arreo, so borrego.
- Pezolaga.
- Pasmau...
Tenía un gran problema: estaba oscureciendo y aún no había tomado su baño diario. Sufría de una rara enfermedad que afectaba al aspecto de su epidermis al entrar en contacto con líquidos sin la presencia de la luz solar directa. Algo que ver con una defectuosa absorción del agua, material de artículos de post-grado para biopatología biocomplicada. Para que nos entendamos, era algo así como un híbrido de Gremlin.
Miró el reloj, consultó en Internet la hora prevista del ocaso correspondiente a la época del año y se plantó frente al espejo del baño cronómetro en mano. Según sus cálculos tenía un margen de apenas diez minutos.
Imposible, pensó. Yo soy de baños largos y no claudico ante una ducha corta. Hasta preferiría ir de apestoso mañana al trabajo.
Por supuesto, tampoco pensaba claudicar ante madrugar cinco minutos más de lo necesario. Ni aunque cuestión de fuerza higiénica mayor se tratase.
Resuelto, dejó el cronómetro sobre la repisa del baño y se dispuso a volver a su sanctasanctórum. Sin embargo su visión periférica le traicionó ofreciéndole un atisbo de su abandonada bolsa del gimnasio.
Una punzada de germofobia aguda le recorrió el espinazo, como una descarga eléctrica. Mirada rápida hacia la ventana.
Siete minutos y medio, calcula. Con una pasmosa velocidad, se desprende de todas sus prendas y se personifica en lo que tiene más a mano: el plato de la ducha.
Qué es una mitosis más.
Miró el reloj, consultó en Internet la hora prevista del ocaso correspondiente a la época del año y se plantó frente al espejo del baño cronómetro en mano. Según sus cálculos tenía un margen de apenas diez minutos.
Imposible, pensó. Yo soy de baños largos y no claudico ante una ducha corta. Hasta preferiría ir de apestoso mañana al trabajo.
Por supuesto, tampoco pensaba claudicar ante madrugar cinco minutos más de lo necesario. Ni aunque cuestión de fuerza higiénica mayor se tratase.
Resuelto, dejó el cronómetro sobre la repisa del baño y se dispuso a volver a su sanctasanctórum. Sin embargo su visión periférica le traicionó ofreciéndole un atisbo de su abandonada bolsa del gimnasio.
Una punzada de germofobia aguda le recorrió el espinazo, como una descarga eléctrica. Mirada rápida hacia la ventana.
Siete minutos y medio, calcula. Con una pasmosa velocidad, se desprende de todas sus prendas y se personifica en lo que tiene más a mano: el plato de la ducha.
Qué es una mitosis más.
El tiempo no avanza como debería. Tengo la sensación de que la benjamina que me recuerda a Winona Ryder en los noventa no para de mirarme. Con esta presión y estos nervios no hay quien se concentre.
Mi mirada perdida en algún punto inconcreto del infinito, avisto entre una muralla de textos de cálculo unas pastas rotuladas como "Withdrawal". El Universo y la Biblioteca Municipal se burlan descaradamente de mí. Echando mano a la petaca de emergencia, me dirijo a ejercer un bathroom break calmanervios.
El estrés no podrá conmigo.
Mi mirada perdida en algún punto inconcreto del infinito, avisto entre una muralla de textos de cálculo unas pastas rotuladas como "Withdrawal". El Universo y la Biblioteca Municipal se burlan descaradamente de mí. Echando mano a la petaca de emergencia, me dirijo a ejercer un bathroom break calmanervios.
El estrés no podrá conmigo.
There is a trace of blood on the sidewalk. I am not really compelled to follow it, so I cross the street. On the other side of the road, a trail of shit. I kid you not.
This day has already gotten too literal for me, and it's only Monday. I turn around, I am going back to bed.
This day has already gotten too literal for me, and it's only Monday. I turn around, I am going back to bed.
Estamos atravesando dificultades técnicas. Mantenganse a la espera.
Persons of any level of inteligence are vulnerable to deception by experienced con artists. Anyone can be blinded by a charming stranger, who is relying on your honesty, compassion or even a naive expectation of good faith on their part.
They say you can't cheat an honest man, how about a trusting idiot? It's not like I hadn't ever been lied to before. Nothing further from the truth, pun intended. Every woman I had ever gotten involved with -or tried or wished for- had told me nothing but a load after load of bullshit. Why, you ask? Because I'm that gullible, of course. And I have always had a thing for malignant narcissists.
I first saw her rushing by under a thin rain, in her black dressy pants and a man's cut blue shirt. She was carrying an old greenish backpack over one shoulder, unaware of her surroundings. I guessed Korean descent, which she would later correct me on. If only I thought I could believe anything she said to me, I would still believe her heritage to be Chinese. Now, I simply don't prentend or care to really know a single true fact about her.
Hadn't it been for her sudden need of pushing a flock of her wet hair aside, our eyes would have never met. My gaze traveled to her half unbuttoned shirt, which was revealing part of a yakuza-like tattoo on her upper chest that promised to be of considerable dimensions. I could see her suspiciously self-satisfied smile from the corner of my eye, but I chose to mistake it for something else.
Looking back, emptied-out bank accounts aside, I needed that. That'll teach me to believe the best in pretty girls.
They say you can't cheat an honest man, how about a trusting idiot? It's not like I hadn't ever been lied to before. Nothing further from the truth, pun intended. Every woman I had ever gotten involved with -or tried or wished for- had told me nothing but a load after load of bullshit. Why, you ask? Because I'm that gullible, of course. And I have always had a thing for malignant narcissists.
I first saw her rushing by under a thin rain, in her black dressy pants and a man's cut blue shirt. She was carrying an old greenish backpack over one shoulder, unaware of her surroundings. I guessed Korean descent, which she would later correct me on. If only I thought I could believe anything she said to me, I would still believe her heritage to be Chinese. Now, I simply don't prentend or care to really know a single true fact about her.
Hadn't it been for her sudden need of pushing a flock of her wet hair aside, our eyes would have never met. My gaze traveled to her half unbuttoned shirt, which was revealing part of a yakuza-like tattoo on her upper chest that promised to be of considerable dimensions. I could see her suspiciously self-satisfied smile from the corner of my eye, but I chose to mistake it for something else.
Looking back, emptied-out bank accounts aside, I needed that. That'll teach me to believe the best in pretty girls.
You kept strike, strike, striking that guitar, persistently. While she kept yap, yap, yapping at you, insistently. Heavily sighing, you put your guitar down, rubbed your temples and gave her and ominous look.
- We need to talk. After that, you need to shut up.
- We need to talk. After that, you need to shut up.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)