sábado, octubre 03, 2009

164. Sueños

Publicado por Alba |

Despierto con la cabeza abotargada y los ojos irritados. Cada párpado me pesa una tonelada.

He tenido ese sueño otra vez. Era un viejo convicto que había cumplido ya más de treinta años de su condena. De regreso al mundo exterior buscaba a esa mujer a la que no había podido olvidar en todo ese tiempo. El reencuentro no hacía que renegara de sus antiguos sentimientos ni mucho menos. Seguía escribiéndole notas de amor que ella más tarde encontraría bajo la tostada del desayuno, junto a su toalla al salir de la ducha, en ese compartimento del bolso donde guardaba las llaves del coche, y entre sus notas de trabajo.

Él no lo hacía con mayores intenciones ni pretensión alguna. Sabía que estaba perdido. En su vida todo habían sido señales ominosas y jamás ninguna se había equivocado. Ella no estaba sola y él se alegraba, pues no lo hubiera querido así. Su compañero estaba al tanto de la existencia del viejo, y se sentía amenazado.

Con su diminuta y pulcra caligrafía, transcribió sobre un pedazo de papel cualquiera las últimas palabras que le dictaba algo bajo su pecho a lo que no se le acababa la cuerda. Salió a la calle.

Ella vivía junto a la zona portuaria de la ciudad, y le había permitido quedarse en su residencia por unos días. Ya no podía seguir ahí y lo sabía. Se fue para no volver jamás, consciente de ello.

El viejo convicto había violado la condicional y sin duda estaban buscándole. Era hora de tomar las de Villadiego. Esa última nota era de despedida, un hasta siempre. Al salir, con sus únicos pantalones -de vestir-, su mejor camisa y su eterno pañuelo anudado al cuello, empezó a correr. Ligeramente al principio, intentando hacerse pasar por corredor de jogging. De esa guisa.

El celoso compañero era un tipo grande, de envergadura importante. Lo que le otorgaba esa clase de confianza en su propia fuerza que le hacía olvidar, o no considerar siquiera, que su "rival" llevaba tres décadas lidiando con matones, mafiosos, camellos, y toda clase de tipos violentos que en su mayoría ya no tenían nada que perder, y peleaban como tal. Salió sin ser visto, siguiendo al convicto de cerca, adecuadamente equipado con sus pantalones cortos y su camiseta para corredores extra transpirable. Las deportivas las damos por sentadas.

Alcanzó al convicto con intención de hacerle una nueva cara, pero éste le contuvo sin mayor problema después de un breve forcejeo. Aunque ya era demasiado tarde. Aquello se había llenado de coches patrulla, helicópteros, y hasta agentes de a pie.

Consideraba terminar con todo lanzándose puerto abajo, pero antes de que pudiera pasar nada más definitivo, me desperté.

Estoy pensando que el de ayer fue mucho peor. Volvía en el tren del funeral de uno de mis alumnos de la clase especial que yo dirigía. En este caso ella era una afectada de una leve parálisis cerebral con efectos atetósicos. Tuviera PC o no, me cayó en gracia instantáneamente. Cuando nos queríamos dar cuenta de que el vagón estaba vacío, reparamos en que el tren se había detenido, y las compuertas abiertas nos anunciaban que nos habían dejado tiradas en medio de Siberia.

Por si eso no fuera un marrón considerable de por sí solo, al salir para buscar refugio unos piratas somalíes comenzaron a perseguirnos, con el único propósito de atravesar el corazón de mi compañera de viaje con un arpón, por algún motivo que escapaba a mi entendimiento. Pero ya se sabe cómo son los sueños, lo aceptamos todo como viene. Corríamos, nos escondíamos, seguíamos corriendo e intentando escapar.

Cuando nos habían acorralado definitivamente, me colocaba delante, cubriendo su cuerpo con el mío, con postura y gesto retadores. Estoy segura de que mi mirada decía "Adelante, si queréis atravesar su corazón tendréis que hacerlo pasando por mi pecho primero." La de ellos parecía decir que tenían toda la intención de hacerlo así.

Por supuesto, me desperté también antes de la resolución. Odio los finales abiertos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cambia al menos envergadura, principiante.

Alba dijo...

Gracias por el buen ojo, valiente.

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