No miró al hombre que acababa de sentarse a su lado en el autobús. Iba mirando por la ventanilla y, aunque ya había oscurecido, se adivinaba la playa a través del cristal. No miró al hombre pero no pudo evitar olerlo. Una mezcla de humo de tabaco y peste a ginebra que le trasladó atrás en el tiempo, haciéndole recordar sus días de colegial.
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