Dos mineros finalizan su jornada laboral. Uno ha conseguido mantener su uniforme de trabajo impoluto mientras que el otro va hecho una piltrafa, lleno de hollín hasta las cejas. Al salir de la mina, el limpio pasa por las duchas para darse un repaso mientras que el zarrapastroso, después de agarrarle el trasero al primero y lanzarle una mirada sugestiva, le dice que le espera en casa, y para ahí que se marcha directo. Una explicación, quiero.
La respuesta obvia al acertijo es que el limpio es muy limpio, y el sucio, además de un guarrete, es un cerdo. Pero la más lógica, sin embargo, es que, a falta de mayores referencias que su compañero, el tiquismiquis verá al sucio y asumirá que él gasta de la misma guisa, mientras que el cochino hará lo propio.
Pues bien, ahora se pone interesante la cosa. Establecido que ambos trabajadores del sector secundario mantienen una relación afectivo-carnal, pasamos el acertijo al plano del corazón y órganos más bajos. En su vida privada, el escrupuloso se mantiene fiel, y es consecuentemente paciente con su cochino compañero. Todo a pesar de ser objeto de pollos monumentales por ataques constantes de celos del guarrete, a su vez un follarín de los bosques y un ponecuernos profesional.
Esta vez la lógica debiera ser aun más inmediata. Y, efectivamente, lo es. El de la cartilla limpia, y por lo tanto la conciencia tranquila, tomándose de referente a sí mismo, es confiado para con su media naranja, puesto que asume que éste se encuentra en la misma coyuntura sentimental. Es decir, él no desea a nadie más ni se le pasa por la cabeza ponerlo en práctica, y por lo tanto el miedo de que el otro lo haga no existe. O por lo menos no le quita el sueño.
En cambio nuestro amigo el infiel mugriento, mirándose en el espejo, teme que su comportamiento libertino esté siendo replicado por su enamorado.
Inseguridades, lo llaman en mi pueblo.
La respuesta obvia al acertijo es que el limpio es muy limpio, y el sucio, además de un guarrete, es un cerdo. Pero la más lógica, sin embargo, es que, a falta de mayores referencias que su compañero, el tiquismiquis verá al sucio y asumirá que él gasta de la misma guisa, mientras que el cochino hará lo propio.
Pues bien, ahora se pone interesante la cosa. Establecido que ambos trabajadores del sector secundario mantienen una relación afectivo-carnal, pasamos el acertijo al plano del corazón y órganos más bajos. En su vida privada, el escrupuloso se mantiene fiel, y es consecuentemente paciente con su cochino compañero. Todo a pesar de ser objeto de pollos monumentales por ataques constantes de celos del guarrete, a su vez un follarín de los bosques y un ponecuernos profesional.
Esta vez la lógica debiera ser aun más inmediata. Y, efectivamente, lo es. El de la cartilla limpia, y por lo tanto la conciencia tranquila, tomándose de referente a sí mismo, es confiado para con su media naranja, puesto que asume que éste se encuentra en la misma coyuntura sentimental. Es decir, él no desea a nadie más ni se le pasa por la cabeza ponerlo en práctica, y por lo tanto el miedo de que el otro lo haga no existe. O por lo menos no le quita el sueño.
En cambio nuestro amigo el infiel mugriento, mirándose en el espejo, teme que su comportamiento libertino esté siendo replicado por su enamorado.
Inseguridades, lo llaman en mi pueblo.
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