Consigo controlarme hasta las seis. A partir de esa hora estoy demasiado cansada, y demasiado despierta ya para seguir luchando contra mi propia psique. Todo está bien hasta que se me acaban las razones. El reino de la razón es derrocado y comienza la dictadura de la piel.
Tengo que ocupar mi tiempo, debo cambiar mis hábitos. A las seis estoy en clase, pero para las nueve ya vuelvo a estar a solas frente al peligro, miserias de recuerdos y sueños rotos. Puedo distraer mis manos y mis ojos con cualquier libro, cualquier tarea sin sentido, pero a mi subconsciente no hay quien consiga engañarlo.
Al final no me queda más remedio. A la desesperada, apago las luces de mi mundo a las diez, rezando todo lo que jamás aprendí porque mi consciencia haga lo propio. Se resiste, no hay manera. Mi cuerpo se rinde a eso de las tres de la madrugada, pero algo más profundo no me deja descansar del todo sino a partir de las seis. Cuando me suena el despertador, a las siete, soy un zombie.
En semejante estado me arrastro por mi día, hasta que los cientos de tés, miles de cafés e innumerables bebidas energéticas empiezan a pinchar riñones, hígado y demás. Abro un ojo. Seis menos veinticinco.
Aun me queda casi media hora sin pensar en ti.
Tengo que ocupar mi tiempo, debo cambiar mis hábitos. A las seis estoy en clase, pero para las nueve ya vuelvo a estar a solas frente al peligro, miserias de recuerdos y sueños rotos. Puedo distraer mis manos y mis ojos con cualquier libro, cualquier tarea sin sentido, pero a mi subconsciente no hay quien consiga engañarlo.
Al final no me queda más remedio. A la desesperada, apago las luces de mi mundo a las diez, rezando todo lo que jamás aprendí porque mi consciencia haga lo propio. Se resiste, no hay manera. Mi cuerpo se rinde a eso de las tres de la madrugada, pero algo más profundo no me deja descansar del todo sino a partir de las seis. Cuando me suena el despertador, a las siete, soy un zombie.
En semejante estado me arrastro por mi día, hasta que los cientos de tés, miles de cafés e innumerables bebidas energéticas empiezan a pinchar riñones, hígado y demás. Abro un ojo. Seis menos veinticinco.
Aun me queda casi media hora sin pensar en ti.
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