Inexorablemente llegó el día en el que se olvidó de acordarse de llevar la cuenta. Cuántos días faltaban para que la separación fuera definitiva, ya no importaba. El día llegó y, siendo un día para olvidar, pasó inadvertido. No quedó plasmado en la memoria de nadie, ni siquiera se presintió su existencia hasta la llegada del segundo día; ese en el que cayó en la cuenta de que, quizá y después de todo, no se echaría tanto a faltar.
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